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sábado, 31 de agosto de 2013

~A media voz~

~A media voz~ Gustavo Adolfo Becquer. 
Si copia tu frente
del río cercano la pura corriente
y miras tu rostro del amor encendido,
soy yo, que me he escondido
del agua en el fondo
y, loco de amores, a amar te convido;
soy yo, que, en tu pecho
buscada morada,
envío a tus ojos mi ardiente mirada,
mi blanca divina...
y el fuego que siento la faz te ilumina.
Si en medio del valle
en tardo se trueca tu amor animado,
vacila tu planta, se pliega tu tallo…
soy yo, dueño amado,
que, en no vistos lazos
de amor anhelante,
te estrecho en mis brazos;
soy yo quien te teje la alfombra florida
que vuelve a tu cuerpo
la fuerza de la vida;
soy yo, que te sigo
en alas del viento soñando contigo.
Si estando en tu lecho
escuchas acaso celeste armonía
que llena de goces tu cándido pecho,
soy yo, vida mía…;
soy yo, que levanto
al cielo tranquilo mi férvido canto;
soy yo, que, los aires cruzando ligero
por un ignorado, movible sendero,
ansioso de calma,
sediento de amores,
penetro en tu alma.


jueves, 15 de agosto de 2013

EN TUS OJOS


... De pronto, me lo encontré en aquella colina, Sus ojos brillaban como los rayos del sol, 
nos miramos profundamente dejando que nuestros ojos fueran los que hablaran por nosotros; esos ojos que al verlos me decían: Te Quiero.

Se detuvo el tiempo & así supe que eramos solo tú & yo.


AUTOR: Dolce Gealach

Annabel Lee - Edgar Allan Poe

*Annabel Lee*

Muchos, muchos años atrás,
en un reino junto al mar turquí 
vivía una doncella a quien quizá conozcáis,
llamada Annabel Lee,
que tenía en la vida un único afán:
amarme y ser amada por mí.

Aunque no éramos más que niños, 
en el reino junto al mar turquí,
nos amábamos con un amor tan pleno,
yo y mi Annabel Lee,
que los alados serafines del cielo
lo codiciaban para si.

Fue por esta razón que, tiempo atrás,
en el reino junto al mar turquí
de una nube sopló un viento que heló
a mi hermosa Annabel Lee.
Entonces llegó su patricio tutor
y la separó de mí
para encerrarla en un sepulcro
en el reino junto al mar turquí.

Los ángeles, infelices en el cielo ulterior;
nos envidiaban a ella y a mí,
y fue por eso (como saben todos
en el reino junto al mar turquí)
que de esa nube nocturna un viento sopló
hasta helar a mi Annabel Lee.

Pero era tanto más fuerte nuestro joven amor
que el de toda la gente de allí,
que el de gente mayor y más sabia, ¡oh, sí!
que ni los ángeles del cielo ulterior
ni los demonios bajo el mar turquí
podrán separar mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee.

Pues la luna, al brillar; me invita a soñar
en la hermosa Annabel Lee;
y al salir los luceros veo los ojos certeros
de la hermosa Annabel Lee;
y así paso, tendido a su lado, las noches,
velando a mi amada, mi amor; mi consorte,
en su sepulcro junto al mar turquí,
el mar que ruge por ella y por mi.